Me rectifico: ya veo como es. La repetición es un recurso artístico que adoro, pero aplicarlo a la cotidianidad, en esta circunstancia y a esta altura aburre, cansa, agota, pudre. Mi paciencia es cada vez más corta, empecé a darme cuenta que hay ciertas cosas que no tengo por qué aguantar o que no deberían importarme. A veces no sé cuantas demostraciones de egoísmo o cuanta desconsideración más voy a poder soportar.
Siempre lo digo y vuelvo a caer en lo mismo, nunca alcanza un desenlace, es bastante desesperante si uno lo piensa, es una constante y si termina es porque me gana por cansancio.
Con el tiempo empecé a tratar de reprimir mis sentimientos simplemente porque en la mayoría de los casos doy por obvia la falta de reciprocidad y la enorme posibilidad de salir lastimada, pero en vez de endurecerme no hice más que amargarme y amedrentarme más que nunca. Esa es la cruda realidad, estoy muy asustada y sola; medicada y todo me siento oscilante e hipersensible, sumado a que la situación no ayuda para nada: el panorama general es incierto, post-caótico... Hay algo que no funciona en absoluto y en cualquier momento va a colapsar.
Nada de esto ayuda, todo suma, pero incluso en su ausencia mis colapsos son inminentes; siempre va a haber algo sobre qué escribir en la vida de Mercedes, la estática enferma es lo que antecede al caos.
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