Saturday 3 December 2011

No soy nada sin una utopía/CCL

Estaba revolviendo papeles viejos y me topé con un cuadernito de la primaria, por la fecha indicada debía tener siete u ocho años aproximadamente la última vez que lo garabateé con dibujos y palabras.
De chica ya era bastante despistada, supongo que ya a esa altura tenía la cabeza ocupada con asuntos y preocupaciones que no tenían por qué preocuparme, asumo que será esta la razón por la cual varias de las tareas no tenían fecha, o algunas sí y otras no aleatoriamente, por eso me cuesta fijar exactamente la fecha del dibujo que me llamó la atención, pero digamos que fue más o menos en Agosto de 1999 (creo que mi primer recuerdo de "mal año").
Tenía que enumerar mis sueños (o algo así);
"Viajar a África."
"Un gato."
"Ser linda."

"Que mi familia sea feliz y normal."
"Tener un campo con ovejas."
Me dan ganas de viajar en el tiempo, encontrarme con Mercedes a los siete años, abrazarla y decirle un millón de cosas y nada a la vez, pero sí abrazarla y contenerla como nadie la contuvo ni la iría a contener en muchos años. Tan chiquita, tanto caos, tanta necesidad de perfección, todas esas horas inmundas que se la pasó llorando abajo del acolchado de flores celestes y cintas rosas, todo el sufrimiento que creyeron llenar con cosas materiales que terminaron al borde de perderse por completo, la compañía vacía de quienes creían entender, las migrañas, las fobias, los gritos, el llanto, la ausencia de ella, la simbiosis con él, la enfermedad.
Siempre alojada en un mundo paralelo para escaparse de la realidad, siempre distinta y alejándose cada vez más, escondiéndose detrás de un personaje omnipotente que no hace más que sonreir, acumulando toda una vida de dolor que apenas se asomaba en el histrionismo excesivo y alguna que otra creación artística.
Mercedes no sabe lo que es ser feliz sino que piensa la felicidad como un estado con un principio y un fin, ya que eventualmente tiene que culminar y revertirse completamente, así como lo hace su estado de ánimo (casi) permanentemente.
Mercedes no es perfecta, pero tiene la imposición indirecta de que debería serlo, siempre la tuvo, siempre la va a tener y siempre va a ser perfectamente consciente de que nunca podría llegar a tal punto (o al menos una parte suya lo es).
Mercedes tiene que sentarse derecha, tomar bien los cubiertos, acomodar la servilleta en la falda correctamente, memorizar las posiciones de la vajilla según la estructura del tipo de mesa a vestir, no mirar fijo a las personas, sonreir, saludar, cruzarse de piernas, pedir permiso, agradecer, respetar, recojerse el pelo, conocer la diferencia entre un tenedor de pescado y uno regular, cocinar, coser y debería saber planchar, pero claro, no sabe, es un desastre
El verdadero desastre se desató cuando llegó la adolescencia; Mercedes explotó, terminó de hacerse mierda y todos nos dimos cuenta que algo andaba mal, probablemente cuando la encontramos en el baño, en ese estado.
A casi siete años de ese día tan borroso y doce del que escribió esa tarea del colegio, lo único que puedo decirles es que Mercedes no viajó a África, no tiene un campo con ovejas ni una familia feliz y "normal", pero tiene un gato que la hace muchísimo más feliz que los malditos espejos que le recuerdan ese sueño que nunca va a cumplir, porque Mercedes no es perfecta.

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